EL NEGOCIO DE LOS METALES Y LA COMPLICIDAD ESTATAL
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Por Balbueno Medina
LIC. BALBUENO MEDINA, DIRECTOR DE NOTAMEDIN.BLOGSPOT.COM
El robo de metales por
parte de bandas organizadas rebozó las fronteras del enfado de los dominicanos,
luego que los delincuentes se llevaran los cables que sujetan al puente Juan
Pablo Duarte, que comunica a la capital con el Municipio Santo Domingo Este.
Esa estructura que ha sido símbolo de la ingeniería en la República
Dominicana y que hace honor al forjador de nuestra nacionalidad, fue sustentada por unos 40 cables de gran
grosor, donde cada extremo era sujetado por 20 de ellos y los delincuentes se
llevaron 16 de uno y 7 del otro, lo que demuestra el nivel de pericia y
destreza con que operan esos sujetos.
Sin embargo, ese robo de los cables del puente Duarte no nos
debe sorprender, porque esas acciones de esas bandas de delincuentes
organizados se vienen cometiendo hace varios años y todavía es la fecha que no
hemos legislado para enfrentar de una buena vez y por todas esos robos que han
causado tanto daño al Estado y a las empresas privadas del país.
De este caso, lo que ha llamado la atención es que los delincuentes
en su afán por mantener a flote el negocio de la venta de cables, han roto
todos los límites que hasta la propia sociedad dominicana le había puesto en su
desconsiderada y alocada carrera delincuencial, porque profanaron la solemnidad
del nombre del padre de la Patria y como si eso fuera poco atentaron contra la
existencia de miles de personas que transitan a todas horas por ese lugar, que
gracias a Dios no les ocurrió nada, porque las autoridades se dieron cuenta a
tiempo.
No obstante ese robo de los cables del puente Juan Pablo
Duarte, aun con todo el pesar, las lamentaciones y sorpresas de la población, sirvió para que a partir de
ahora las autoridades que tienen que ver con el cuidado y mantenimiento de las
carreteras y edificaciones públicas comiencen a tomar los correctivos de lugar
para evitar que ese tipo de acciones delincuenciales continúen cometiéndose en
nuestro país.
En pleno siglo XXI, no es permitido que patrimonios tan
costosos y estratégicos para el Estado dominicano como son nuestros puentes, túneles,
autopistas y grandes edificaciones que utilizan millares de dominicanos para
realizar sus actividades cotidianas, no sean abastecidos de sistemas de
seguridad que permitan detectar cualquier irregularidad o anomalía que se produzca,
sobre todo en un mundo donde el terrorismo y el sicariato no tienen fronteras.
Esta experiencia, no solo nos debe servir para admitir que
fallamos por la falta de previsión que se ha tenido en proteger a las personas
que utilizan las edificaciones públicas, sino para sinterizarnos ante la
sociedad dominicana porque de seguro que en el presupuesto de alguna de
nuestras carteras gubernamentales debe haber una asignación para ese tipo de
mantenimientos que no es utilizado en esos fines.
Quizás o tal vez, sin quizás, producto de esa inobservancia o
negligencia administrativa nuestras principales avenidas y autopistas carecen
de señalizaciones, barandillas y se encuentran atestadas de hoyos que muchas
provocan la muerte de nuestros conductores, pero eso debe tener un alto y probablemente
el robo de los cables del puente Duarte haya servido para eso.
De eso no nos alegramos, pero si pedimos que se legisle para
que las bandas organizadas, que hace muchos años, le han venido quitando el
sueño a los ciudadanos de los barrios y grandes recursos al Estado y al sector
empresarial, paguen caro con grandes condenas en las cárceles nacionales por
las acciones que han venido cometiendo en perjuicio de todos, sin importar el
nivel social o político de quienes cometan esos atentados a la estabilidad y al
sosiego de la familia dominicana.
Los hechos están a la vista de todos, grandes consorcios que
se han hecho millonarios a través del negocio de los metales y las principales
autopistas de las regiones Norte, Sur y Este, desprovistas de barandillas y
señalizaciones como consecuencia de ese robo organizado y a pesar de eso los
organismos encargados de ponerle correctivos a esa situación no se dan por
enterado del saqueo de que ha sido víctima el país.
En definitiva, para detener ese atentado contra el patrimonio
público y privado del pueblo dominicano y que representa una vergüenza para
toda la sociedad, se debe legislar y actuar sin contemplaciones contra las
bandas organizadas que operan en el negocio de metales, porque de lo contrario
perderemos el país.
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