EL NEGOCIO DE LA POLITICA



Por Balbueno Medina

Desde que por primera vez escuchamos decir que ¨en la política las cosas que no se ven, son más que las que se ven¨, debimos colegir que tarde o temprano llegaríamos a vivir ese estadio de manera visible, pero no con el descaro y el desparpajo que lo presenciamos hoy día.

Anteriormente, pertenecer a un partido político, era lo mismo que hacer la elección de un buen amigo, cuya intención era permanecer en el tiempo, debido a la atracción personal, a la empatía y al nivel de afinidad que se daba entre los seres humanos o entre los individuos y la institución que escogieron para militar políticamente.

Dependiendo del nivel de afinidad o identificación con sus gustos o puntos de vista, unos se inclinaban por los llamados partidos de izquierda, otros por los partidos de centro izquierda y otros por la derecha o conservadurismo, según se sintieran más cómodos.

Con el paso del tiempo, y al notarse el poco avance de las fuerzas de izquierda, sobre todo luego de caer el muro de Berlín como producto del proceso de cambio llevado a cabo mediante la Perestroika, muchos de esos dirigentes de izquierda se pasaron al centro, debido a que tenían un mayor nivel de afinidad con esa identidad partidaria que con los derechistas, como forma de sobrevivir en el escenario político de la mayoría de los países de América Latina.

Desde luego, esa modalidad de cambio político fue bien asimilado por las sociedades de las naciones de América Latina, y más particularmente en la nuestra, porque se veía como algo natural, si tomamos en cuenta que la izquierda acababa de entrar en un proceso de disolución después de aprobada la Perestroika en Rusia.

En ese momento, a nadie se le ocurrió levantar el índice acusador contra ninguno de los dirigentes de izquierda que se unieron a los partidos más liberales del continente para descalificarlos moral y políticamente, por haberse vendido a una causa diferente a lo que fue el origen de sus principios ideológicos partidarios.

Eso no quiere decir, que en ese momento, no hubo alguno que otro dirigente que para hacerse gracioso con su nueva corriente política, traicionara a sus antiguos camaradas con el interés de conseguir un posicionamiento en su nueva parcela política y lograr los objetivos que nunca pudieron conseguir en su vieja militancia de izquierda.

Tampoco fue descartable que mucho antes de producirse esos cambios de política ideológica, muchos de esos dirigentes de izquierda se entendieron con los gobiernos derechistas para mantenerse como cabezas de sus grupos, en perjuicio de sus camaradas y así vivir del Estado sin dar un golpe, maquillando una oposición que solamente serbia para validar al régimen de turno.

Como consecuencia de ese proceso de fusiones de las izquierdas con el Centro, hoy vemos como ex Marxistas y ex Leninistas, lideran las estrategias de los partidos que abrazaron últimamente y en muchos casos determinan sus lineamientos de cara a los procesos electorales, sobre todo en la República Dominicana, donde no solo han ostentado el poder político, sino también en los medios de comunicación, ya que sin ser periodistas ni mucho menos, mantienen columnas y espacios de opinión donde defienden sus intereses políticos, empresariales y particulares.

De ahí es que hemos llegado a una gran degradación política partidaria, donde el partido político o el líder de un determinado grupo o tendencia no cuenta, sino la competencia del que mejor oferta haga a cualquier dirigente político o social que cuente con un determinado apoyo de la sociedad dominicana. Por eso estamos viendo que gente que anteriormente militó en un determinado partido político 30 o 40 años, de repente aparece respaldando al candidato contrario a su partido, porque por encima de la disciplina, el amor a sus símbolos y a su simpatía política, se encuentra el interés mercurial a través del cual responderá a sus necesidades particulares y a los de los que le siguen.

De manera, que no es extraño ver cómo personas que se le consideraba con un nivel elevado de respetabilidad, han venido cambiando constantemente de parcela política, sin importar la trayectoria, el esfuerzo realizado y los beneficios que haya obtenido a lo largo de tantos años de servir a un determinado partido político. Tampoco puede extrañar que desde las entrañas de un partido político se trabaje por el triunfo del contrario, ya que el fin no es estar en política por servir al país, sino por servirse a mismo, sin importar a quien dañar. En fin, aunque ahora las cosas se hacen sin ningún disimulo, siempre en la política las cosas ¨¨que no se ven son mas, que las que se ven.¨¨

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