El Papa Francisco insiste en condenar los males que causa el narcotrafico a la humanidad


De los servicios de Notamedin.net 


Fue el gesto más fuerte de su viaje. El más emblemático. El que quería hacer desde hacía tiempo, incluso como parte de su viaje, en setiembre pasado a EE.UU. Finalmente, ayer, el papa Francisco pudo rezar delante del “muro”, la malla de acero que divide la frontera entre los Estados Unidos y México, intenta frenar la emigración ilegal hacia la primera potencia mundial que se cobra diariamente entre una y dos vidas. Con ese fin se emplazó un sendero elevado, de unos 50 metros, en paralelo a la cerca, por el que caminó lentamente el pontífice hasta llegar a una cruz, especialmente dispuesta, desde donde bendijo a los fieles ubicados a cada lado de la frontera. Para entonces, muchos no podían contener las lágrimas, acaso porque perdieron un ser querido que intentó pasar, acaso porque no saben si alguna vez podrán reunirse con un familiar que sí pudo lograrlo.
La imagen era fuerte. Del lado mexicano más de cien mil personas distribuidas en derredor de un altar donde Francisco celebró luego la misa. Del lado norteamericano, pasando el sinuoso Río Bravo, unos cientos de inmigrantes, muchos de los cuales esperan con angustia regularizar su situación. Más unos 20 mil en un estadio de la localidad norteamericana lindante, El Paso, convocados por el obispado local, siguiendo todo desde pantallas gigantes. En ese marco, ya en la homilía, Francisco no dudó en calificar la situación como una “crisis humanitaria”. “No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos”, señaló.
En medio de cientos de zapatos y sandalias que simbolizan el drama de la emigración, Francisco dijo que esta es una zona “cargada de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son objeto del negocio del tráfico humano”. Añadió que “son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza, sino que encima sufren estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, ‘carne de cañón’ son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno”. Y exclamó: “¡No más explotación y muerte!”, afirmó.
Francisco había llegado por la mañana a una Ciudad Juárez con mucha gente en las calles esperando aclamarlo a su paso y llena de carteles y murales con la cara de Francisco y frases de bienvenida, pero también con muchos puestos que ofrecían todo tipo de souvenires alusivos a la visita del pontífice. Además, los hoteles estaban colmados de otros mexicanos llegados de las cercanías, e incluso de los Estados Unidos, que querían participar de la misa junto al muro.
Por un día, la gente pareció olvidarse de que Ciudad Juárez llegó hace pocos años la ciudad más peligrosa del mundo. Y que la organización de todos los sectores en una asamblea ciudadana permitió bajar los niveles de criminalidad. No obstante, todo el estado de Chihuahua, de la cual esta ciudad es su capital, registró 1.151 homicidios y se ubicó tercero a nivel nacional. Pero esta ciudad no sólo es famosa por el accionar narco y la emigración, sino también por los femicidios: desde 1993 suman cerca de 2.000.
Antes, se trasladó a un enorme penal para encontrarse con los internos. Luego, en el micro estadio de un colegio tuvo un encuentro con el mundo del trabajo. Allí ante obreros y empresarios, destacó que “uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza”.
“Esta pobreza –advirtió– es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el circuito del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que nadie se puede dar, no se puede dejar sólo y abandonado el presente y el futuro de México”. Y luego preguntó: ¿qué quiere dejar México a sus hijos? ¿una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un ambiente viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, renovación y cambio? Luego de la misa junto al “muro” –en la que invitó a la esperanza, al señalar que “siempre  hay una salida, una oportunidad”–, Francisco se trasladó al aeropuerto local para emprender el regreso a Roma. 

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