EL DEBATE ELECTORAL
Por Balbueno Medina
Por primera vez, en la República Dominicana, todo luce indicar que se producirá un debate político electoral entre los principales candidatos presidenciales de cara a los comicios presidenciales del 20 de mayo.
El mamo a mano que se dará entre Hipólito Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano y Danilo Medina, del Partido de la Liberación Dominicana, sin lugar a dudas que creará un precedente en la historia dominicana, y más que eso marcará el inicio de los debates políticos electorales en el país.
A partir de esa experiencia y tomando en cuenta los resultados que se obtengan de ella, cada dominicano que aspire a una posición electiva deberá prepararse muy bien para convencer y conquistar los votos de los ciudadanos que se encuentren en capacidad de ejercer el sufragio en cada proceso electoral.
Ese debate político electoral sentará de por vida a los tantos ineptos que incursionan en los partidos políticos y que a base de dinero se alzan con las posiciones electivas creándole problemas a las comunidades que los eligen y a la sociedad dominicana en sentido general, porque en algunos casos son financiados por fuentes oscuras que ensombrecen el futuro de las localidades.
De materializarse ese primer debate electoral entre los candidatos del PRD y el PLD, de seguro que quienes deberán aspirar a senadores, diputados, alcaldes o regidores de nuestras provincias, municipios y juntas distritales, también tendrán que debatir sus ideas frente a los candidatos de los partidos opositores para convencer a sus electores de que sus propuestas son las mejores para enfrentar los males que les afectan.
Sin embargo, ante el reto que ese primer debate le planteara a la comunidad política en sentido general, la sociedad civil y las fuerzas vivas de cada provincia, municipio y distrito municipal de nuestro país, tendrá que erigirse en la promotora y garante de que quienes aspiren a dirigirles se sometan al cuestionamiento popular para saber cuáles son sus planes y proyectos a poner en práctica para solucionar sus problemas.
De hecho, el establecimiento de la cultura del debate, también acabaría con la desesperación que en cada proceso electoral se apodera de uno u otro candidato a cualquier posición electiva, razón por la cual muchas veces caen en el insulto personal, porque crearía la esperanza de que dependiendo de los resultados de una buena exposición saldrían fortalecidos frente a sus electores, sobre todo en momentos en que las encuestas se presentan bien cerradas.
De esa manera en el accionar político dominicano se estaría erradicando el fantasma de la campaña sucia que en cada proceso electoral presidencial, aparece creando divisiones y enemistades en el seno de la familia dominicana, que al fin y al cabo, necesita reunificarse al termino de cada consulta cívica para enrumbar el país por un sendero de paz y bienestar.
Ese paso a la civilidad y a la democratización de la actividad política nacional, también contribuiría a eliminar algunas figuras que suelen aparecer en cada proceso electoral como consecuencia de las imperfecciones y los incumplimientos de la clase política dominicana, como las intervenciones de la Iglesia Católica y las Comisiones de Notables para que los representantes de los partidos firmen tales o cuales pactos para garantizar la pulcritud y transparencia de las elecciones nacionales.
No obstante a todo eso, la sociedad dominicana necesita y debe reclamar al Congreso Nacional la aprobación de una nueva ley de partidos políticos y de reglamentación de las campañas electorales, porque sin esas reglas del juego claras, como quiera seguiremos empantanados en las mismas condiciones que se producen en cada proceso electoral que celebra el país.
En definitiva, el futuro de los venideros procesos electorales que tendrá la República Dominicana, dependerá de la voluntad política que pueda tener la clase política mayoritaria en emprender los cambios que se necesitan para dejar atrás las lacras que en cada proceso electoral empañan nuestras campañas políticas y que en algunos casos han provocado las pérdidas de vidas humanas indefensas y hasta ajenas a los partidos políticos.
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